En este domingo de Ramos la Palabra nos regala un espejo donde contemplamos nuestro corazón voluble – y muchas veces cobarde-  y la pasión de Jesús, que nos recuerda la incondicionalidad del amor de Dios.

Jesús comienza su semana de Pascua, su “semana santa” siendo alabado por una multitud entusiasta y fervorosa. Lo esperan en el camino, gritan “Hosannas”, lo saludan con palmas y ponen sus mantos por donde va pasando. Hay alegría, esperanza y expectación.

«¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo! es el grito de la multitud. Lo aclaman, lo alaban, lo celebran. ¡Todo estaba tan bien!… pero el corazón es voluble, muy voluble.

Pasarán tres días y se olvidarán de la alegría, la emoción y la expectación. Un cambio drástico se producirá en el corazón de las personas que componían esa multitud emocionada. Los que gritaban Hosannas emocionados, ahora van a gritar con todas sus fuerzas “Crucifíquenlo”, los que lanzaban sus mantos a los pies de Jesús van a lanzarle ahora salivazos y golpes, quienes lo declaraban como su Mesías lo negarán, quienes lo seguían, lo abandonarán. La imagen de Jesús, entrando triunfal en Jerusalén cambiará por la imagen de un reo de muerte cargando su cruz en medio de insultos y mofas, víctima de envidias y calumnias, objeto de  crueldad, sarcasmos e ironías; traicionado, negado  y  abandonado por los suyos.

Y nos podemos preguntar: Pero,¿qué pasó? ¿Cómo en apenas tres días todo cambió tan drásticamente?.

La respuesta está en el corazón de cada uno de los hombres y mujeres que formaban la multitud en Jerusalén. La respuesta está en el corazón tuyo y mío… La respuesta estuvo entonces y está hoy en nuestro interior.  ¿Por qué abandonamos a Dios? ¿Por qué hay quienes se burlan de quienes creemos?¿Por qué Cristo sigue siendo burlado, maltratado, torturado y asesinado hoy en tantos hermanos y hermanas que sufren violencia, abuso y muerte? ¿Por qué hay cristianos que mueren asesinados sólo por su fe? ¿Por qué parece que una parte de la humanidad perdió “su humanidad”? ¿Por qué hay tanto dolor, injusticia y muerte en tantos lugares del planeta? ¿Por qué se acaba la esperanza en tantos ancianos y enfermos? ¡Por qué hay tantos suicidios de jóvenes en países desarrollados? ¿Por qué hay tanta depresión y sin sentido? ¿Por qué hay tanto vacío, miedos e incertidumbres?

Podríamos seguir haciendo una larga lista de “¿Por qué?” a muchos dolores y situaciones de oscuridad, sin embargo, más que seguir haciendo preguntas,  lo que necesita cada uno de nosotros, lo que necesita la humanidad para salir de todas esas situaciones, es buscar respuestas y buscarlas con valentía y sinceridad.

Necesitamos mirarnos en el espejo de la Palabra de Dios, necesitamos mirar hacia nuestro interior, necesitamos escrutar nuestro corazón para encontrar la respuesta a nuestra volubilidad,  para saber  por qué después de dos mil años seguimos recorriendo el camino de Domingo de Ramos a Viernes Santo  con actitudes iguales o parecidas a las de la multitud de Jerusalén.

Al comenzar esta Semana Santa 2017 atrevámonos a contemplar el camino de Jesús desde Jerusalén al Gólgota sin levantar barreras interiores, sin usar mecanismos de defensa ni autojustificaciones. Usemos el espejo de la Palabra  que hoy se nos regala y simplemente dejémonos iluminar y mover por el amor de  Cristo que “ofreció la espalda a los que le apaleaban, las mejillas a los que mesaban su barba; no se tapó el rostro ante ultrajes ni salivazos” (Cf. Isaías 50, 4-7.), a Jesús, Hijo de Dios, que “se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo…se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz” (Cf. Filipenses 2, 6-11).