DOMINGO 33 CICLO C

El Evangelio de hoy  (Lucas 21,5-19) nos habla de la llegada del día final, y dice que, de lo que tenemos hoy, no quedará piedra sobre piedra; cuando venga su Reino todo será  nuevo, lo viejo habrá pasado. Mientras llega ese momento,  tanto estamos llamados a perseverar, a vivir ya esa novedad, a optar por el Señor y el Reino, a optar por el bien de nuestros hermanos y del mundo que nos rodea, a ir haciéndolo día a día, aquí y ahora, superando dificultades, obstáculos y sufrimientos por causa de la fe en Cristo.

Cuando llegue el momento de partir o cuando Cristo regrese en gloria, no iremos por un camino distinto del que hayamos escogido durante nuestra vida. Nosotros elegimos  aquí, la vida más cerca o más lejos de Cristo,  en cada momento, en cada decisión vamos eligiendo. ¿Lo demás? Sueños infantiles de volver mi cara al Señor al último minuto y desear al misma gloria de aquel que entregó su vida por los hermanos, por el bien, por la justicia, por la paz, por Cristo y su Evangelio, por el Reino.

La segunda lectura (Tesalonicenses 3,7-12):habla del trabajo, “el que no trabaja que no coma”. Lo mismo vale para una vida con Dios en plenitud.  Hay que trabajar, hay que gastar la vida, no tanto porque con nuestras fuerzas y méritos logremos esa gloria sino porque al vivir el Evangelio preparamos el corazón para que nos habite Cristo en plenitud, para mantenernos unidos a Él con lazos más fuertes que las miles de voces que cada día  nos animan a dejarlo de lado, a vivir  a nuestra manera, “a mí modo”,  a preocuparnos poco del los demás y mucho de nosotros mismos  y nuestras cosas. Vivir en Cristo, trabajar por el Reino cuesta, porque hay que invertir tiempo, amor y energías.

Pero también exige valentía porque en muchos sectores de nuestra sociedad, de la humanidad, hoy por hoy, Cristo y su Evangelio más que un tesoro son un estorbo para sus planes y proyectos. Por eso, ser fieles  pide de nosotros los  creyentes estar dispuestos muchas veces a la soledad, las incomprensiones, el dolor y la burla, confiando siempre en que el Señor no nos abandona sino que va de camino con nosotros  que nos sostiene e ilumina, que como dice el Evangelio, nos dará  “  palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún de nuestros adversarios” , vez que nos toca dar  testimonio de Él con  nuestras vidas, acciones  y palabras, que, aunque  nos toque sufrir un poco, allí estará El dándonos como dice el Evangelio.

Que las palabras del profeta  de Malaquías (3,19-20a) “a  los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas”,  no den fuerza para hacer nuestras opciones y no abandonar el camino de Cristo porque  los que aman al Señor con coherencia y determinación, los que lo siguen de verdad poniendo la vida en ello, tendrán salud de espíritu y un corazón sano, libre de  rencores, malicias y egoísmos, porque la vida del Reino los habitará.