Hoy la liturgia nos invita a contemplar la Parábola del Buen SamAritano. Comparto unas reflexiones que el  P. Carlos Triana, Eudista, ha hecho sobre este pasaje.

El amor del samaritano, al igual que el amor de Cristo, es un amor que sabe “dejar” algo propio para  “abajarse” a quién necesita de él. Y en este pasaje vemos siete “bajadas” que serían necesarias para cualquier amor que desee ser verdadero.

Junto al samaritano contemplemos la manera de amar de Cristo y miremos nuestra manera de amar ¿Se parecen?

BAJAR DE JERUSALÉN A JERICÓ. Esta es la primera bajada, Jerusalén es el centro del pueblo de Israel y representa seguridad. Jericó está en la periferia y es una zona marginal. Muchas veces yo soy “mi Jerusalén”  por eso mi tendencia a buscar seguridad para mí, alegría para mí,  amor para mí… Pero el Señor me dice “sal de ti”, aléjate de ti… Y cuando salgas te encontrarás  con muchos  gritándote “ayúdame”. .

Para amar como Cristo hay que dejar las seguridades e ir donde están los necesitados, los pobres, los heridos, los humillados, los solitarios, los caídos, los “abandonados en el camino”… Para amar como Cristo hay que  “descentrarse”, dejar de verse como el centro de todo y acercarse a los demás para ver sus necesidades, como lo hizo Jesús al bajar el mismo del cielo. Cristo se bajó de la Jerusalén del cielo a la Jericó de la tierra a buscarnos a nosotros,  “los apedreados del camino”. ¿Te atreves a emprender  el camino a Jericó? ¿Qué heridos te costaría más ayudar? ¿Qué es lo que más te amarra a Jerusalén?

BAJAR DEL CABALLO. El caballo es el animal del Imperio, el símbolo de poder, orgullo, soberbia. Quien está sobre el caballo manda, dirige, somete. Mira el mundo y las personas  “desde arriba”. Y si se baja del caballo  quedará a la altura de los otros, se ensuciará los pies, los mirará de frente y a los ojos.

Jesús se bajó “de su caballo”, su trono de gracia, y vino para tocar tierra y vendar y curar a los heridos. El, que estaba en la gloria, nació en una pesebrera y murió en una cruz y no tuvo dónde reclinar la cabeza.  El entra en Jerusalén,  pero lo hace en un borrico, signo de la pequeñez, la humildad, la sencillez. Jesús baja de su trono real y camina  con nosotros, como nosotros, no teme pisar la tierra, ensuciarse de polvo, ayudar, sanar, caminar entre el pueblo, porque quien viene sobre el burro es un servidor. ¿Cuál es tu actitud frente a los demás? ¿Con qué actitud entras en la vida de aquellos con quienes compartes?

BAJARSE DEL TIEMPO. Ni el sacerdote ni el levita tuvieron tiempo para el hombre herido. Los “hombres –mujeres sagrados-consagrados” no tuvieron tiempo para el herido, no fueron capaces de dejar sus “deberes sagrados” para descubrir a Dios en el rostro del necesitado.

Hoy vivimos el síndrome del “no tengo tiempo”. En mi egoísmo quiero el tiempo solo para mí, y de manera incoherente lo desperdicio en muchas cosas. Pero el tiempo NO ES NUESTRO. El tiempo lo concede Dios para compartirlo.

El Buen Samaritano iba de viaje pero al ver al necesitado se bajó de SU tiempo, y le dedicó MUCHO tiempo a aquel herido (lo curó, lo llevó, lo encargó)

Jesús todos los días nos dedica tiempo, El  invierte tiempo en nosotros y con nosotros. Treinta y tres  años en la tierra, para siempre en los sacramentos, para siempre en la Eucaristía… ¿A quiénes te es más fácil regalar de tu tiempo? ¿Cómo usas tu tiempo? ¿En qué o quiénes usas tu tiempo?

BAJARSE DE LOS PLANES. Ser capaz de renunciar a lo que tengo preestablecido por el bien de los demás, como el buen samaritano, quien se salió de su plan de viaje por ayudar.

Estamos en el mundo de los planes. Todo lo tenemos planeado, como el sacerdote y el levita. El herido del camino “no estaba en su agenda” y por eso “no pudieron” atenderlo.

Pero el samaritano también tenía su plan, sin embargo se dijo mirando al herido del camino  “mi plan pude esperar, ahora mi plan eres tu”, y es que para el creyente el primer plan es  amar a Dios y al prójimo. ¡Ése es el plan de Dios!

Jesús hizo esta bajada. El plan de un Dios es la eternidad, la gloria, ser amado, bendecido, glorificado eternamente por todas sus criaturas. Pero un día Jesús dejó su plan y por amor se metió en otro plan: el plan de amarnos hasta el extremo,  el plan de aceptar ser escupido, golpeado, despreciado, crucificado, el plan de “ensuciarse con nuestras  miserias” . Y lo hizo por amor…

Existimos no para nuestros planes sino para el plan de Dios.

¿Qué te pasa por dentro cuando me rompen tus planes?  ¿Cuál es el plan más importante que has debido dejar de lado para ayudar a otros?

BAJARSE DE LOS PREJUICIOS: dicen los estudiosos que lo más probable es que aquel herido fuera un hombre judío que venía de vuelta de rendir culto en Jerusalén. El “samaritano” le ayudó a pesar que “era diferente”,  llamado  a la vida eterna, un hermano…

El que ama como Cristo ve en todo ser humano  una criatura que es imagen y semejanza de Dios, alguien redimido por la sangre de Cristo. Como el buen samaritano que ayuda al judío a pesar de sus diferencias. El que ama a Cristo se baja  de sus discriminaciones arbitrarias, no hace diferencias por pobreza o riqueza, belleza, educación, cultura, color, edad, etc, y lo hace porque Jesús lo hizo primero. Cristo ayudó  a todos, especialmente  a los inexistentes en el sistema social como los niños, mujeres  enfermos y pecadores.  ¿Cuáles son los motivos por los cuales a veces discriminas? ¿Te han discriminado alguna vez? ¿Cómo te sentiste?

BAJARSE DEL CONFORT. Para ayudar me tengo que incomodar. El deja la comodidad de su caballo, se baja, sube al herido y sigue su camino a pie y a un ritmo diferente del que traía,  aunque eso  le incomodara. Ahora el importante era el hombre que encontró abandonado en el camino. Tantas veces “no me molesten ahora”, “que vengan más tarde”, “¿y vamos en auto?”,  “que ll amen a esta hora me incomoda”… “Me pone nerviosa que m interrumpan…” Pero Jesús dejó la comodidad del cielo para entrar en la incomodidad de la tierra… ¿Cuáles son esas comodidades que no siempre estás dispuesto a transar? ¿Horarios, hábitos, cosas, comidas, marcas?

 BAJARSE DE LOS BIENES. El samaritano se bajó de sus cosas, de su dinero.  Llevó al herido a un hotel,  pagó su estadía, ofreció pagar cualquier gasto extra. Compartió solidariamente lo que Dios le había dado.

Dios nos llena  de bienes cada día, nos da mucho más de lo que necesitamos: tiempo, dinero, comida, conocimientos, ropa, transporte, escucha, relaciones, objetos.

Cristo al venir a la tierra compartió TODO con nosotros… Jesús nos dio su propia vida, su cuerpo  su sangre y eligió quedarse con nosotros. Si hoy se te pidiera compartir TODO lo que tienes, ¿qué es lo último que dejarías partir? De tus dones, ¿Cuáles son los  dones personales que más te gusta compartir con los necesitados?

Hoy, domingo 10 de julio el Señor nos invita a bajar. Animémonos  a amar como Él.

TRINIDAD