DOMINGO XIII DURANTE AL AÑO

En la primera lectura de hoy contemplamos a Elías llamando a Eliseo al servicio del Señor (1Re19, 16.b-19-21) y vemos cómo tuvo que dejar familia y oficio, y en ello simbolizada, una actitud de desprendimiento y opción radical por Dios. Luego en la segunda lectura (Gal 5, 1.13-8) se nos recuerda que nosotros decidimos cómo usar la libertad que se nos ha regalado y que para seguir y servir al Señor hay dos cosas fundamentales: servir a los demás por amor y caminar en la vida según el Espíritu de Dios y no según nuestros apetitos y afectos desordenados.

En el Evangelio, por su parte (Lc 9,51-62) encontramos una enseñanza sobre los alcances que trae a nuestra vida el seguimiento de Cristo,  sobre esas consecuencias que, por amor  a Él estamos dispuestos y dispuestas a  asumir.

Dice Jesús que los zorros tiene guaridas y los pájaros del cielo nidos, pero  el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.  Allí encontramos una primera y gran consecuencia: quien sigue a Jesús debe estar dispuesto al riesgo, a  la desinstalación de todas las zonas de confort, interiores y exteriores. Hay que ofrecer y  estar dispuestos a dejar partir “nuestros nidos y guaridas”, o sea,  esos espacios, cosas, personas, situaciones que nos aseguran la vida, esos lugares donde guardamos para que no nos falte, esos estilos y costumbres que nos dan seguridad pero que muchas veces nos paralizan o limitan en nuestro seguimiento del Señor. Allí encontramos esquemas mentales, costumbres arraigadas,  prejuicios, miedos, bienes, tradiciones vacías, cumplimientos religiosos, las devociones que no nos llevan hacia los demás sino que nos encierran en un intimismo egoísta.

Luego, cuando uno le pide que lo deje ir a enterrar a su padre y otro despedirse de su familia, Jesús contesta al primero  que deje que los muertos entierren a los muertos; tu ve a anunciar el reino de Dios, y al segundo que quien pone la mano en el arado y mira para atrás no es apto para el Reino de los cielos. Y con esto el Señor no nos pide ser indolentes o irresponsables, sino el poner nuestras opciones en orden: El y el Reino son lo primero en nuestras vidas como seguidores de Dios y anunciadores del Reino. Estas dos respuestas son una gran invitación a vivir  la libertad en el Espíritu de que habla la segunda lectura, a no dejarnos amarrar por nuestros apegos y  afectos desordenados, a soltar todo aquello que me paraliza o impide vivir en plenitud el seguimiento de Cristo y el servicio a los hermanos. Y aquí encontramos una variedad enorme de posibilidades, tantas como cuantos somos los seres humanos. Aquí encontramos nuestros proyectos y planes, el estilo de vida que nos acomoda y no queremos cambiar, los respetos humanos, los compromisos sociales, el qué dirán, el silencio cómplice, el no querer asumir el costo de corregir a quien sabemos está equivocado, y así podríamos hacer una larga lista.

Seguir a Cristo en serio no es fácil, humanamente hablando,  pero si nos dejamos mover por el Espíritu, si le entregamos nuestra libertad a Él, para que Él nos guíe y conduzca,  nuestra vida se desarrollará fluidamente, suavemente; y será este Espíritu de amor quien nos enseñará a seguir y servir a Cristo, quien nos sostendrá en las dificultades, quién nos dará la capacidad de arriesgarlo todo por amor a Dios y por el bien de nuestros hermanos, será el Espíritu del Señor quien ordene nuestros afectos y apegos, quien nos haga anunciadores del Reino.

Dejemos libre al Espíritu de Amor que nos habita y podremos ser felices mientras seguimos y servimos a Cristo y a nuestros  hermanas y hermanos.

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